No sé si debo entreteneros con las primeras meditaciones allí realizadas, pues son tan metafísicas y tan poco comunes, que no serán del gusto de todos. Y sin embargo, con el fin de que se pueda opinar sobre la solidez de los fundamentos que he establecido, me encuentro en cierto modo obligado a referirme a ellas. Hacía tiempo que había advertido que, en relación con las costumbres, es necesario en algunas ocasiones opiniones muy inciertas tal como si fuesen indudables, según he advertido anteriormente. Pero puesto que deseaba entregarme solamente a la búsqueda de la verdad, opinaba que era preciso que hiciese todo lo contrario y que rechazase como absolutamente falso todo aquello en lo que pudiera imaginar la menor duda, con el fin de comprobar si, después de hacer esto, no quedaría algo en mi creencia que fuese enteramente indudable. Así pues, considerando que nuestros sentidos en algunas ocasiones nos inducen a error, decidí suponer que no existía cosa alguna que fuese tal como nos la hacen imaginar. Y puesto que existen hombres que se equivocan al razonar en cuestiones relacionadas con las más sencillas materias de la geometría y que incurren en paralogismos, juzgando que yo, como cualquier otro estaba sujeto a error, rechazaba como falsas todas las razones que hasta entonces había admitido como demostraciones. Y, finalmente, considerado que hasta los pensamientos que tenemos cuando estamos despiertos pueden asaltarnos cuando dormimos, sin que ninguno en tal estado sea verdadero, me resolví a fingir que todas las cosas que hasta entonces habían alcanzado mi espíritu no eran más verdaderas que las ilusiones de mis sueños. Pero, inmediatamente después, advertí que, mientras deseaba pensar de este modo que todo era falso, era absolutamente necesario que yo, que lo pensaba, fuese alguna cosa. Y dándome cuenta de que esta verdad: pienso, luego soy, era tan firme y tan segura que todas las extravagantes suposiciones de los escépticos no eran capaces de hacerla tambalear, juzgué que podía admitirla sin escrúpulo como el primer principio de la filosofía que yo indagaba.
Posteriormente, examinando con atención lo que yo era, y viendo que podía fingir que carecía de cuerpo, así como que no había mundo o lugar alguno en el que me encontrase, pero que, por ello, no podía fingir que yo no era, sino que por el contrario, sólo a partir de que pensaba dudar acerca de la verdad de otras cosas, se seguía muy evidente y ciertamente que yo era, mientras que, con sólo que hubiese cesado de pensar, aunque el resto de lo que había imaginado hubiese sido verdadero, no tenía razón alguna para creer que yo hubiese sido, llegué a conocer a partir de todo ello que era una sustancia cuya esencia o naturaleza no reside sino en pensar y que tal sustancia, para existir, no tiene necesidad de lugar alguno ni depende de cosa alguna material. De suerte que este yo, es decir, el alma, en virtud de la cual yo soy lo que soy, es enteramente distinta del cuerpo, más fácil de conocer que éste y, aunque el cuerpo no fuese, no dejaría de ser todo lo que es.
Analizadas estas cuestiones, reflexionaba en general sobre todo lo que se requiere para afirmar que una proposición es verdadera y cierta, pues, dado que acababa de identificar una que cumplía tal condición, pensaba que también debía conocer en qué consiste esta certeza. Y habiéndome percatado que nada hay en pienso, luego soy que me asegure que digo la verdad, a no ser que yo veo muy claramente que para pensar es necesario ser, juzgaba que podía admitir como regla general que las cosas que concebimos muy clara y distintamente son todas verdaderas; no obstante, hay solamente cierta dificultad en identificar correctamente cuáles son aquellas que concebimos distintamente.
A continuación, reflexionando sobre que yo dudaba y que, en consecuencia, mi ser no era omniperfecto pues claramente comprendía que era una perfección mayor el conocer que el dudar, comencé a indagar de dónde había aprendido a pensar en alguna cosa más perfecta de lo que yo era; conocí con evidencia que debía ser en virtud de alguna naturaleza que realmente fuese más perfecta. En relación con los pensamientos que poseía de seres que existen fuera de mi, tales como el cielo, la tierra, la luz, el calor y otros mil, no encontraba dificultad alguna en conocer de dónde provenían pues no constatando nada en tales pensamientos que me pareciera hacerlos superiores a mí, podía estimar que si eran verdaderos, fueran dependientes de mi naturaleza, en tanto que posee alguna perfección; si no lo eran, que procedían de la nada, es decir, que los tenía porque había defecto en mi. Pero no podía opinar lo mismo acerca de la idea de un ser más perfecto que el mío, pues que procediese de la nada era algo manifiestamente imposible y puesto que no hay una repugnancia menor en que lo más perfecto sea una consecuencia y esté en dependencia de lo menos perfecto, que la existencia en que algo proceda de la nada, concluí que tal idea no podía provenir de mí mismo. De forma que únicamente restaba la alternativa de que hubiese sido inducida en mí por una naturaleza que realmente fuese más perfecta de lo que era la mía y, también, que tuviese en sí todas las perfecciones de las cuales yo podía tener alguna idea, es decir, para explicarlo con una palabra que fuese Dios. A esto añadía que, puesto que conocía algunas perfecciones que en absoluto poseía, no era el único ser que existía (permitidme que use con libertad los términos de la escuela), sino que era necesariamente preciso que existiese otro ser más perfecto del cual dependiese y del que yo hubiese adquirido todo lo que tenía. Pues si hubiese existido solo y con independencia de todo otro ser, de suerte que hubiese tenido por mí mismo todo lo poco que participaba del ser perfecto, hubiese podido, por la misma razón, tener por mí mismo cuanto sabía que me faltaba y, de esta forma, ser infinito, eterno, inmutable, omnisciente, todopoderoso y, en fin, poseer todas las perfecciones que podía comprender que se daban en Dios. Pues siguiendo los razonamientos que acabo de realizar, para conocer la naturaleza de Dios en la medida en que es posible a la mía, solamente debía considerar todas aquellas cosas de las que encontraba en mí alguna idea y si poseerlas o no suponía perfección; estaba seguro de que ninguna de aquellas ideas que indican imperfección estaban en él, pero sí todas las otras. De este modo me percataba de que la duda, la inconstancia, la tristeza y cosas semejantes no pueden estar en Dios, puesto que a mí mismo me hubiese complacido en alto grado el verme libre de ellas.
RESUMEN
Descartes se dedicaba a buscar la verdad y piensa que todo de lo que se dude, todo lo que percibamos con los sentidos y las demostraciones, es falso.
Dice que las cosas que siente y piensa en sus sueños son mas verdaderas que las que piensa y siente en la realidad.
Respecto a la frase "pienso, luego existo" deduce que el hecho de que él piense, hace que automáticamente exista.
Dice que en el pensamiento del ser humano se encuentra toda la sustancia de este y, por lo tanto, piensa que no necesita un cuerpo.
Tiene un pensamiento dualista, porque piensa que el alma y el cuerpo no tienen ninguna unión, es decir, estan separados.
Descartes, cree en un posible Dios que sea más perfecto que todos las demás personas y que sea el que inculque las ideas innatas, que son las perfectas, las cuales piensa que estan en ese Dios, aunque las ideas imperfectas no.
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sábado, 6 de febrero de 2016
Contexto historico, cultural y filosófico de Platón
Contexto histórico, cultural y filosófico de Platón.
Histórico: A Platón le toca vivir una época de crisis política. La guerra del Peloponeso enfrentó, durante 30 años, a las dos ciudades más poderosas de Grecia: Atenas y Esparta, representantes de dos modelos políticos diferentes. La democracia ateniense frente a la aristocracia totalitaria espartana. La derrota de Atenas supuso el ascenso al poder del régimen oligárquico de los Treinta Tiranos impuestos por los vencedores. Tiempo después una revuelta restaura la democracia. Sin embargo, para Platón este gobierno fue incluso peor que el anterior. Entre las torpezas que cometió está la condena a muerte de Sócrates. Este episodio convenció definitivamente a Platón de la necesidad de una reforma de la organización política, a la que dedicó gran parte de su esfuerzo intelectual.
Cultural: En lo cultural Platón vive en el momento de mayor esplendor del clasicismo griego. Destacan en literatura los dramas de Sófocles y Eurípides, y las comedias de Aristófanes. También comienzan los estudios históricos con Heródoto y Tucídides. Por otra parte, las artes plásticas y la arquitectura cívico-religiosa viven un florecimiento espectacular.
Filosófico: Platón fue discípulo de Sócrates que se convierte en su mayor influencia. De éste heredó Platón su apuesta por la objetividad de los valores y la verdad, frente al relativismo y escepticismo de los sofistas que se extendía tanto al ámbito del conocimiento como al moral. El intelectualismo también lo debe a Sócrates, concordando con él en que el conocimiento es la vía adecuada para actuar bien y alcanzar la felicidad. Platón tuvo conocimiento, asimismo, de la obra de los primeros filósofos. Rechazó la preocupación de los “Físicos” por la Naturaleza, así como, el mecanicismo de los atomistas. En su defensa de la inmortalidad y reencarnación del alma se percibe la influencia del pitagorismo, al igual que en el papel fundamental que concede, tanto para el Conocimiento, como para la Educación a las Matemáticas. Su concepto de Demiurgo es deudor de la idea de Anaxágoras de una inteligencia ordenadora (nous). Además Platón pretendió cerrar, con su teoría de los dos mundos, la fractura que en el pensamiento griego había abierto la incompatibilidad y enfrentamiento de las posturas sobre el ser y la realidad expresadas por Parménides y Heráclito. Ambos mundos, el del devenir de Heráclito y el eterno e inmutable parmenídeo eran reales, ahora bien, el auténtico es el del eleata, el otro es mera copia.
Histórico: A Platón le toca vivir una época de crisis política. La guerra del Peloponeso enfrentó, durante 30 años, a las dos ciudades más poderosas de Grecia: Atenas y Esparta, representantes de dos modelos políticos diferentes. La democracia ateniense frente a la aristocracia totalitaria espartana. La derrota de Atenas supuso el ascenso al poder del régimen oligárquico de los Treinta Tiranos impuestos por los vencedores. Tiempo después una revuelta restaura la democracia. Sin embargo, para Platón este gobierno fue incluso peor que el anterior. Entre las torpezas que cometió está la condena a muerte de Sócrates. Este episodio convenció definitivamente a Platón de la necesidad de una reforma de la organización política, a la que dedicó gran parte de su esfuerzo intelectual.
Cultural: En lo cultural Platón vive en el momento de mayor esplendor del clasicismo griego. Destacan en literatura los dramas de Sófocles y Eurípides, y las comedias de Aristófanes. También comienzan los estudios históricos con Heródoto y Tucídides. Por otra parte, las artes plásticas y la arquitectura cívico-religiosa viven un florecimiento espectacular.
Filosófico: Platón fue discípulo de Sócrates que se convierte en su mayor influencia. De éste heredó Platón su apuesta por la objetividad de los valores y la verdad, frente al relativismo y escepticismo de los sofistas que se extendía tanto al ámbito del conocimiento como al moral. El intelectualismo también lo debe a Sócrates, concordando con él en que el conocimiento es la vía adecuada para actuar bien y alcanzar la felicidad. Platón tuvo conocimiento, asimismo, de la obra de los primeros filósofos. Rechazó la preocupación de los “Físicos” por la Naturaleza, así como, el mecanicismo de los atomistas. En su defensa de la inmortalidad y reencarnación del alma se percibe la influencia del pitagorismo, al igual que en el papel fundamental que concede, tanto para el Conocimiento, como para la Educación a las Matemáticas. Su concepto de Demiurgo es deudor de la idea de Anaxágoras de una inteligencia ordenadora (nous). Además Platón pretendió cerrar, con su teoría de los dos mundos, la fractura que en el pensamiento griego había abierto la incompatibilidad y enfrentamiento de las posturas sobre el ser y la realidad expresadas por Parménides y Heráclito. Ambos mundos, el del devenir de Heráclito y el eterno e inmutable parmenídeo eran reales, ahora bien, el auténtico es el del eleata, el otro es mera copia.
Contexto historico, cultural y filosófico de Descartes
1. Contexto histórico. El siglo XVII es un período de crisis en Europa: La consolidación de los estados modernos, sus afanes imperialistas y la lucha por la hegemonía entre Francia, España, Holanda e Inglaterra, provocan grandes enfrentamientos entre ellos. A los que se unen las guerras religiosas que azotan Europa. Una buena parte de la vida de Descartes coincide con la Guerra de los 30 años entre los estados católicos y protestantes del imperio alemán que concluye con la Paz de Westfalia. Francia, al igual que el resto de las grandes naciones europeas de la época, se organiza como una Monarquía Absoluta, que llegará a su apogeo con Luís XIV y la identificación entre el monarca y el estado.
2. Contexto cultural. Si desde el punto de vista histórico el tiempo de Descartes es el siglo XVII, desde el punto de vista cultural su tiempo es el Barroco. Es esta una época cuyo tono general es pesimista. A este pesimismo contribuye en gran medida la confrontación teológica entre católicos y protestantes de la que hemos hablado antes y en la que Descartes participó. Otro rasgo cultural interesante de esta época es la invención y desarrollo de la imprenta. Este invento permite, entre otras cosas, que el ámbito de la cultura salga fuera de los círculos eclesiásticos (Monasterios, catedrales) haciéndose accesible a personas ajenas a la religión. De ahí también que el latín comience a no ser la lengua culta en exclusiva y se publiquen muchos libros en las lenguas nacionales.
3. Contexto filosófico. La vida de Descartes coincide con el final del Renacimiento. Desde el punto de vista filosófico, podemos decir que ya hacía algún tiempo que Dios había dejado de ser el centro de la preocupación filosófica como ocurría en la Edad Media. El hombre se convierte en el objeto principal de la filosofía y, especialmente, los temas relacionados con el conocimiento. La escolástica medieval basada en el realismo aristotélico entra en crisis principalmente por causa del Nominalismo de Ockham que supone la ruptura entre fe y razón. Este es el terreno en el que Descartes es considerado el fundador y principal representante de la corriente racionalista. Esta corriente toma como referencia la ciencia moderna (Galileo, Bacon, Kepler) y como modelo el método matemático. Además, como el propio nombre indica, conceden a la razón, el conocimiento teórico, una importancia radical, aceptando el innatismo de los principios esenciales del conocimiento y despreciando el conocimiento sensorial como fuente fiable. Leibniz, Spinoza y, por supuesto el propio Descartes son los principales representantes del Racionalismo. Históricamente, el Racionalismo encuentra su oposición en el Empirismo británico de Locke y Hume. Ellos, y especialmente Hume, representan la oposición radical a la filosofía cartesiana fundando una corriente que rechaza la existencia de ideas innatas y pone en la información sensorial, la fuente y el límite del conocimiento humano.
2. Contexto cultural. Si desde el punto de vista histórico el tiempo de Descartes es el siglo XVII, desde el punto de vista cultural su tiempo es el Barroco. Es esta una época cuyo tono general es pesimista. A este pesimismo contribuye en gran medida la confrontación teológica entre católicos y protestantes de la que hemos hablado antes y en la que Descartes participó. Otro rasgo cultural interesante de esta época es la invención y desarrollo de la imprenta. Este invento permite, entre otras cosas, que el ámbito de la cultura salga fuera de los círculos eclesiásticos (Monasterios, catedrales) haciéndose accesible a personas ajenas a la religión. De ahí también que el latín comience a no ser la lengua culta en exclusiva y se publiquen muchos libros en las lenguas nacionales.
3. Contexto filosófico. La vida de Descartes coincide con el final del Renacimiento. Desde el punto de vista filosófico, podemos decir que ya hacía algún tiempo que Dios había dejado de ser el centro de la preocupación filosófica como ocurría en la Edad Media. El hombre se convierte en el objeto principal de la filosofía y, especialmente, los temas relacionados con el conocimiento. La escolástica medieval basada en el realismo aristotélico entra en crisis principalmente por causa del Nominalismo de Ockham que supone la ruptura entre fe y razón. Este es el terreno en el que Descartes es considerado el fundador y principal representante de la corriente racionalista. Esta corriente toma como referencia la ciencia moderna (Galileo, Bacon, Kepler) y como modelo el método matemático. Además, como el propio nombre indica, conceden a la razón, el conocimiento teórico, una importancia radical, aceptando el innatismo de los principios esenciales del conocimiento y despreciando el conocimiento sensorial como fuente fiable. Leibniz, Spinoza y, por supuesto el propio Descartes son los principales representantes del Racionalismo. Históricamente, el Racionalismo encuentra su oposición en el Empirismo británico de Locke y Hume. Ellos, y especialmente Hume, representan la oposición radical a la filosofía cartesiana fundando una corriente que rechaza la existencia de ideas innatas y pone en la información sensorial, la fuente y el límite del conocimiento humano.
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